División, un fruto del Maligno. Unión, un fruto del Espíritu Santo

 

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“Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer. 11 Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay contiendas entre vosotros. 12 Me refiero a que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, yo de Apolos, yo de Cefas, yo de Cristo. 13 ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Corintios 1: 10-13).

“Así que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2 Os di a beber leche, no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo. En verdad, ni aun ahora podéis, 3 porque todavía sois carnales. Pues habiendo celos y contiendas entre vosotros, ¿no sois carnales y andáis como hombres? 4 Porque cuando uno dice: Yo soy de Pablo, y otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois simplemente hombres? 5 ¿Qué es, pues, Apolos? Y ¿qué es Pablo? Servidores mediante los cuales vosotros habéis creído, según el Señor dio oportunidad a cada uno. 6 Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. 7 Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el crecimiento” (1 Corintios 3: 1-7).

Ahora bien, si hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador, somos un hijo o una hija de Dios. Esto nos hace a todos cristianos parte de la misma familia. En Cristo Jesús, nos hemos convertido en una nueva creación, en un hijo o una hija de Dios. 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas. Gálatas 3:26 “porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.

Tenemos fe en Cristo cuando escuchamos Su voz y le seguimos, y Jesús lleva a los cristianos a ser uno en Él, para que a través de Jesús, nos convirtiéramos en uno con el Padre. Así que, si realmente comprendemos nuestra posición espiritual en Cristo, entenderíamos que somos uno con Dios Padre por medio de Cristo, y esta es la razón por la que el mundo nos odia. Estamos en la misma posición que Jesús estaba cuando los Judíos iban a apedrearlo, con la diferencia de que a veces los que quieren apedrearnos pueden ser personas “religiosas” que se hacen pasar como cristianos, quines son los mismos que están causando la división en el cuerpo de Cristo. Pero, al igual que en los últimos días que estamos viviendo, los Judíos (nuestros hermanos) aceptarán en sus corazones el verdadero evangelio de Cristo, la gracia de Dios, y esto marcará el comienzo de la paz que ellos y todo el mundo ha buscado tan desesperadamente, lo que la ley no podía hacer.

“Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen; yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las dio, mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. El Padre y yo uno somos. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearlo. Jesús les respondió: —Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: —Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: —¿No está escrito en vuestra Ley: “Yo dije, dioses sois”? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: “Tú blasfemas”, porque dije: “Hijo de Dios soy”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre. Intentaron otra vez prenderlo, pero él se escapó de sus manos” (Juan 10:25-39).

“Yo dije: «Vosotros sois dioses y todos vosotros hijos del Altísimo;” (Salmos 82:6).

“¿Acaso no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios está en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:16-17).

Ahora, la unidad en nuestras familias y en el Cuerpo de Cristo se logran en el momento en que al igual que Pablo, reconozcamos nuestras debilidades porque es en nuestras debilidades es que el poder de Dios se perfeccionado:

“Y El me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. 10 Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:9-10).

No debemos olvidar nunca que la unidad del cuerpo de Cristo es el propósito de Dios para la verdadera iglesia de Cristo, y aunque esto parezca humanamente imposible, no olvidemos que “… nada es imposible para Dios” (Lucas 1:37). Podemos hacer frente a todo tipo de dificultades en el camino, pero recuerda que “sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien, a los que lo aman, los que son llamados conforme a su propósito” (Romanos 8:28), y “esto es amor: no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo como el sacrificio que se ocupa de nuestros pecados” (1 Juan 4:10). En otras palabras, nuestro amor por Dios viene de nuestro reconocimiento de su amor por nosotros, y no al revés.

“Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay contiendas entre vosotros. Me refiero a que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, yo de Apolos, yo de Cefas, yo de Cristo. ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Corintios 1: 10-13).

Por último, no se desanime si sus esfuerzos para unirse con otros cristianos se encuentra con todo tipo de retos y decepciones. Nuestras decepciones podrían muy bien ser encargos divinos!!! Yo soy un testimonio vivo de esta verdad. AMEN.