Puesto que Cristo ya ha ganado, y nosotros estamos en Cristo, ¿cómo es que algunos de nosotros no estamos viviendo vidas victoriosas en este mundo?

 

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Creo que una de las razones principales es que no entendemos la dimensión de la victoria de Cristo y cómo se aplica a nuestras vidas. Para comprender la gran victoria que ya tenemos en Cristo, tenemos que contemplar a Jesús en nuestras vidas cotidianas y esto transformara nuestras mentes: “Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).  “De esta manera se hace realidad el amor en nosotros, para que en el día del juicio tengamos confianza; porque nosotros somos en este mundo tal como es Jesucristo” (1 Juan 4:17).

Contemplamos a Jesús al verlo en la palabra. Cuando vemos a Jesús en la palabra, nuestros corazones se calientan por medio de su presencia. Vamos a tener la alegría de saber que Jesús está allí para todas nuestras aflicciones. Podemos estar seguros de que Jesús nunca nos dejará ni nos abandonará y que estamos tan cercanos con Jesús porque Él envió al Espíritu Santo a morar en nosotros. Como un hijo amado de Dios, podemos mirar a Jesús para todas nuestras necesidades. Podemos estar seguros que Él cuidará de nosotros porque la Biblia asi lo dice. La palabra nos dice que Él nos cura completamente a través del sacrificio corporal de Jesús (Isaías 53:5; 1 Pedro 2:23-24)  y somos hechos justos por la sangre derramada de Jesús.

“Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud” (Isaías 53:5).

“y quien cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia; y El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados” (1 Pedro 2:23-24).

La segunda razón por la que no podriamos estar experimentando la posición de victoria de Jesús en este mundo es que hemos caído en una trampa satánica, en una forma de brujería, y esta es la trampa de la presunción de nuestra propia justicia, lo que ha anulado en muchas áreas de nuestras vidas la Gracia de Dios: “No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano” (Gálatas 2: 21). Así que anulamos la gracia de Dios, el poder de la resurrección de Cristo en nosotros, cuando tratamos de ser justificados por la ley. Otra forma de decirlo es que causamos un cortocircuito en el poder de Dios que fluye a través de nosotros cuando tratamos de ser justificados por la ley.

“y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, y conocerle a El, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como El en su muerte” (Filipenses 3:9-10).

La Biblia continua describiendo esta forma de brujería de la siguiente manera: “¡Gálatas, duros para entender! ¿Quién los embrujó? En nuestra predicación hemos mostrado ante sus propios ojos a Jesucristo crucificado. Sólo quiero que me contesten a esta pregunta: ¿Recibieron ustedes el Espíritu de Dios por el cumplimiento de la ley o por aceptar el mensaje de la fe?  ¿Son tan duros para entender, que habiendo comenzado con el Espíritu quieren ahora terminar con algo puramente humano?  ¿Tantas buenas experiencias para nada?… ¡Imposible que hayan sido para nada!  Cuando Dios les da su Espíritu y hace milagros entre ustedes, ¿por qué lo hace? No en virtud del cumplimiento de la ley, sino por aceptar el mensaje de la fe” (Gálatas 3:1-5).

Self-Righteousness-spanish
Tratar de usar la ley (nuestra propia justicia) produce un corto circuito similar al del diagrama, el cual no permite que el poder de Dios produzca la luz que El quiere producir a través nosotros.

Otra razón por la que no podríamos estar experimentando la victoria que ya tenemos en Cristo en esta vida es que nos hemos puesto límites a la cantidad de gracia, o la cantidad de unción de Dios que podemos recibir. Dios nos va a llenar la mayor cantidad de aceite, su Espíritu Santo, Sus talentos y su fruto que le permitamos. La cantidad de unción que recibimos, depende del número de vasijas que le traigamos. Un ejemplo de este principio se encuentra en Eliseo y el aceite de la viuda:

“Y una mujer de las mujeres de los hijos de los profetas clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo temía al Señor; y ha venido el acreedor a tomar a mis dos hijos para esclavos suyos. Y Eliseo le dijo: ¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa. Y ella respondió: Tu sierva no tiene en casa más que una vasija de aceite. Entonces él le dijo: Ve, pide vasijas prestadas por todas partes de todos tus vecinos, vasijas vacías; no pidas pocas. Luego entra y cierra la puerta detrás de ti y de tus hijos y echa el aceite en todas estas vasijas, poniendo aparte las que estén llenas. Y ella se fue de su lado, y cerró la puerta tras sí y de sus hijos; y ellos traían las vasijas y ella echaba el aceite. Y sucedió que cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo ella a un hijo suyo: Tráeme otra vasija. Y él le dijo: No hay más vasijas. Y cesó el aceite. Entonces ella fue y se lo contó al hombre de Dios. Y él le dijo: Ve, vende el aceite y paga tu deuda, y tú y tus hijos podéis vivir de lo que quede” (2 Reyes 4 4:1-7).

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